Detesto la “tolerancia”. Me parece asumir una posición cómoda que no compromete tu actitud ante comportamientos o situaciones que, o no entiendes o no te da la gana de aceptar. Sí, sé que mi afirmación es bastante intolerante, pero decidí que no toleraré más nada: lo aceptaré.
“My Princess Boy” es el título del libro que tuve la suerte de conocer, por su autora, uno de esos días que mis hijos me arrastran a ver el “choo-choo” en la librería.
La escritora, mamá del protagonista, narra cómo a su hijo menor, en lugar de gustarle vestir ropa “de varón”, prefiere los tutús, faldas vaporosas, bisutería y accesorios escarchados y de qué manera ella acepta a su hijo y busca que todos, seamos madres, padres, compañeros de colegio o de trabajo de alguien que no se comporta de la misma manera que nosotros, los aceptemos como son.
En una de las partes del libro, ella narra cómo uno de sus compañeros de clase, al verlo en vestido, le preguntó ” ¿eso es una falda?”, y él respondió “sí” y, en seguida, fueron a jugar a su cuarto. Para mí, aceptación no significa ignorar lo que pasa como si no existiera, sino reconocer que hay diferencias y que ser diferente no es ni malo ni un motivo de exclusión.
Cuando mi hijo mayor tenía 4 años, mientras esperaba para ser atendido en el pediatra, se le acercó a una muchacha que pesaba aproximadamente 200 kilos y le preguntó “¿Por qué tú eres tan gorda”? (por supuesto yo rezaba por un tsunami que me barriera de ahí). Ella, le sonrió y le dijo “porque me gusta mucho comer”, y comenzaron a hablar, pintar y hacer más llevaderas las 2 horas de espera. Me di cuenta de que mi hijo no estaba emitiendo un juicio de valor al preguntarle por qué era así, sólo tenía curiosidad. Ser gordo o flaco, para él, no es ni bueno ni malo, sólo vio que la muchacha era distinta y pregunto: eso es aceptar, para mí. Tolerancia se llaman esas personas que ven lo que pasa de reojo. compadecen al “afectado” y hablan de su “desgracia” a su espalda, exaltando sus propias virtudes al creer que no decir nada lo hizo sentir mejor.
Fui criada para ignorar las diferencias. Podía ver a un señor con medio cerebro afuera y no emitir ni un mínimo comentario ni dejar que mi mirada traicionara mi extrañeza, eso era lo que, en mi época infantil, llamaban educación. Demostrar curiosidad ante las personas distintas estaba prohibido.
La generación de mi hijo la tiene más fácil y, a la vez, más difícil. Tienen que ser más sabios, no pueden sólo tolerar las diferencias, tienen que reconocerlas, aceptarlas y vivir con ellas. Por eso trato siempre de decirles: no quiero que toleres a nadie, eso no basta: acéptalos como son y aprecia todas las diferencias que hacen del mundo en que vives un lugar mágico y especial.
Carmen, hasta hoy que curucuteando en tu blog encontré este post, no había podido definir exactamente por qué siempre me ha molestado la "tolerancia". Tus líneas me dieron luces para identificar que lo que me molesta es justamente que quien "tolera" pareciera asumir una posición de superioridad que no puedo "tolerar". Cuando dicen, "yo soy tolerante", parecieran querer decir "yo perdono tu diferencia" y eso realmente me molesta. Nadie quiere que lo toleren porque cuando uno tolera a alguien lo hace tratando de obviar una molestia. Prefiero que me aceptes, que me quieras o que me entiendas. Pero por favor, no me toleres.
Me gustó este post. Yo diferencio tolerancia de permisividad, me há resultado muy práctico. Que sigas muy bien.
Bravo!
Excelente post. La tolerancia no es, como dices, hacerse la vista gorda ante las cosas, sino más bien saber actuar con tacto y buena disposición ante situaciones adversas.
En esta época he conocido algunas personas que se dedican a tolerar, haciéndose los desentendidos a los que ocurre a su alrededor, y realmente me parece un craso error, porque es mejor enfrentar los obstáculos que ignorarlos escudados bajo una palabra.
Saludos
Verga, excelente post, yo siempre voy pregonando, lo horrible que es tolerar, creo que muchos problemas sociales radican en eso, en que "toleramos" y no entendemos, o no damos cabida a algo más, yo también fuí criada igual, no mires a la gente rara… y quien es raro?, sinceramente yo regreso a venezuela y para mi toda la gente allá es rara, comenzando porque ahora todos se parecen… pero el punto es ese… ignorar es ser condescendiente con alguien, es sentir compasión ( otra palabra que a veces odio) es automáticamente sentir lastima por alguien, porque son distintos, porque pensamos que somos mejores o superiores, y emitir un juicio sobre nuestra aventajada posición en el mundo, en fin, que bella e importante lección les dejas a tus hijos.
Besos desde la otra orilla del mundo.
Desde que yo era una niña estoy acostumbrada a decir lo que pienso. No sé si es bueno o malo, pero si algo no me gusta o si no estoy de acuerdo con algo, lo digo.
Y soy intolerante ante muchas situaciones, pero siempre explico el porqué. Me sentí identificada cuando escribiste que ser tolerante es, muchas veces, hacer caso omiso de lo que no nos parece que esté bien, es como hacernos de la vista gorda.
Ahora, me gusta que hayas puesto a tu hijo como ejemplo… porque hablas de la inocencia, de la ausencia de prejuicios. Y ese punto es una arista del tema intolerancia. Tenemos mucho qué aprender de los niños. Puede que yo no esté de acuerdo con algo y lo diga, pero no voy a humillar a nadie por que piense distinto a mí o sea diferente a mí.
A veces, necesitamos ser un poco más niños… definitivamente. Creo que intentaríamos entendernos un poco más, aceptarnos y llegar a acuerdos.