Qué difícil es escribir sobre mis visitas a Caracas. Quiero hacerlo cada vez que voy a esa ciudad que se parece tanto a donde nací y crecí, pero que me trata como a un conocido incómodo que tiene que aguantar por compromiso. Quizás es mi culpa: quiero que cada visita sea un viaje en el tiempo a épocas menos complicadas (la culpa es de Dr. Who). Extraño algo que no existe. Y, por supuesto, nada es más bello que aquello que sólo existe en tus recuerdos.
Creo que “mi” Caracas es algo así como Jim Morrison o Jimi Hendrix, trato de no imaginármela vieja o achacosa. Quisiera que el tiempo se hubiera detenido en su (o mi) mejor época y pienso en eso, hasta que mi hijo menor, sentado en mi regazo, se mueve para abrazarme y me hace imposible alcanzar las teclas. Mágicamente logra que desear viajes a otros tiempos pierda todo el sentido y que me dé cuenta de que la nostalgia es sólo un mal necesario.
Claro, es más fácil decir “Caracas ha cambiado mucho” que reconocer que “Carmen ya no es la misma”.
Lo único que no cambia en la vida es el hecho de que todo cambia constantemente. La última vez que estuve en Caracas fue en el 2004 y me di cuenta de que muchas cosas habían cambiado desde que me había ído a vivir a Canadá en el 2001. Y estoy de acuerdo con Gabriela, Caracas ha cambiado mucho hasta para los que nunca se han ído, pero nosotras también porque casi sin darnos cuenta hemos integrado aspectos de la cultura de lugar en que vivimos que hacen difícil volver a ser y a pensar exactamente como lo hacíamos antes. Hemos vivido un proceso de aculturación,enculturación y desculturación.
Me cuesta imaginarme como será ahora, nueve años más tarde…solo sé que la Venezuela que tanto extraño ya no existe y yo tampoco soy la misma persona.
Mi Car creo que hay un poquito de ambas, pero Caracas ha cambiado hasta para los que vivimos aquí aunque siempre hay sitios que te hacen conectarte con la ciudad que dejaste!